por Divaldo P. Franco
En la década de los ´50, el Dr. José Lacerda -un médico carioca que residía en Porto Alegre-, por entonces espírita, comenzó a realizar actividades mediúmnicas normales en una pequeña sala del Hospital Espírita de esa ciudad, denominada La Casa del Jardín.
Con el correr del tiempo, recibió instrucciones de los Espíritus y llevó a cabo investigaciones que derivaron en un movimiento al que denominó apometría.
No me detendré en la validez ni en el estudio de la apometría, porque no soy apómetra; yo soy espírita, y sólo puedo decir que la apometría -según lo manifiestan los apómetras- no es espiritismo, porque sus prácticas están en absoluta disconformidad con las recomendaciones de El libro de los médiums.
Reitero que no examinaré aquí el mérito o el demérito de la apometría, porque no la practico. No obstante, según los libros que se han publicado y conforme con la presunción de algunas personas, la apometría sería un paso adelante del movimiento espírita, mediante el cual Allan Kardec quedaría superado. Según ellas, Allan Kardec hizo una propuesta válida para el siglo XIX y parte del siglo XX, en tanto que la apometría constituye un nivel más evolucionado, con el cual Kardec queda totalmente superado.
En mi condición de espírita, no concuerdo en absoluto con esta tesis. Tanto en la práctica mediúmnica como en los métodos de liberación de los obsesores, la violencia que dichos métodos presentan, en lo personal, me parecen tan agresivas, que me recuerdan la ley del Talión, a la que Moisés atenuó con su código legal, código al cual Jesús enalteció a través del amor.
Cuando una entidad es rebelde, después de realizar un conteo cabalístico o de adoptar una gesticulación específica, los adoctrinadores expulsan con violencia a ese Espíritu hacia el magma de la Tierra, hacia la sustancia que aún permanece en estado de ebullición dentro de nuestro planeta. En ocasiones, lo colocan en cápsulas espaciales y lo disparan hacia el mundo de la erraticidad.
No vamos a analizar el carácter extravagante de ese comportamiento, pero si yo, en medio de mi locura, en mi condición de Espíritu imperfecto, llegase desesperado a un lugar en busca de misericordia y apoyo, y otro -mi prójimo- me exiliase en el magma de la Tierra para que experimente el rigor de un infierno mitológico, o para que sea desintegrado, entonces renegaría del Dios que inspiró a quien demuestra ser enemigo de la compasión. Lo mismo sentiría si me enviase en una cápsula, para quedar expulsado de la Tierra.
¿Con qué autoridad hacen eso? ¿Acaso no dijo Jesús que su reino es de los miserables? En la parábola del festín de bodas mandó buscar a los mendigos, a los que se encuentran en los lugares escabrosos, dado que los elegidos habían rechazado la invitación y asesinado a sus emisarios.
La doctrina espírita tiene por centro el amor, y esas prácticas novedosas, tales como las mentalizaciones, las corrientes mentomagnéticas, psicotelérgicas, para nosotros, los espíritas, merecen todo el respeto, pero no tienen nada que ver con el espiritismo. Sería lo mismo que practicar dentro de la casa espírita la terapia de existencias pasadas, o la cromoterapia, o la cristalterapia, apartándonos por completo de nuestra finalidad.
La casa espírita no es una clínica alternativa, no es el lugar donde cada experiencia nueva es llevada a la práctica. Tengo el convencimiento de que los que adoptan esos métodos nuevos, en primer lugar no conocen las bases kardecianas, y si las conocen, nunca las pusieron en práctica, como para tener la certeza de su efectividad. Adoptar esos métodos significaría invalidar el material que ha revelado el mundo espiritual en estos 144 años de codificación, en el Brasil y en el mundo, a través de la mediumnidad incomparable de Chico Xavier; significaría desautorizar las informaciones que nos llegaron a través de ese médium impar, de la notable Yvonne do Amaral Pereira, de Zilda Gama y de tantos otros médiums ilustres, conocidos y desconocidos, con su trabajo de auxilio.
Entonces, si alguien prefiere la apometría, debe divorciarse del espiritismo. ¡Está en su derecho! Pero que no mezcle, para no causar confusión.
Nuestra tarea consiste en iluminar, no en eliminar.
El Espíritu malo, perverso, cruel, es nuestro hermano en la ignorancia. ¿Podría haber alguien más cruel que el joven Saulo de Tarso? Había asesinado a Esteban, a pedradas... Había asesinado a algunos otros, y se dirigió a Damasco para asesinar a Ananías. Con todo, Jesús no lo colocó en una cápsula espacial y lo disparó hacia el infinito. ¡Se apareció ante él! Lo conquistó con el amor: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? ¿Puede haber mayor ternura que esa? Y Saulo, atemorizado, preguntó: - ¿Qué es esto? -Yo soy Jesús, aquel al que persigues. Y entonces, Saulo cayó en sí.
Emmanuel emplea esta frase: Cayendo en sí. Quiere decir que la capa del ego cedió lugar al encuentro con el ser profundo, y Saulo cayó en sí. Saulo despertó, y gracias a él nosotros conocemos a Jesús; a través de sus palabras, de sus luchas, por el alto precio que pagó. Fue apedreado reiteradamente, hasta que lo dieron por muerto y lo arrojaron fuera de los muros, a los basurales, al lugar donde se lanzaban los excrementos, de donde fue rescatado por sus amigos, y continuó predicando.
Por supuesto, los Espíritus perversos merecen nuestra compasión y no nuestro repudio. Pongámonos en el lugar de ellos. Seamos como cuando nosotros éramos malos, aunque todavía lo somos, y por eso estamos aquí. Basta con que alguien nos pise un pie o nos quite aquello que consideramos nuestro, para comprobar cómo asoma nuestra tendencia violenta, y nos transformamos de un momento para otro.
No tenemos nada en contra de la apometría, o de las corrientes mentomagnéticas, ni de otras prácticas con nombres muy extravagantes y pseudocientíficos. No tenemos nada en contra de ellas, pero como espíritas nos cabe el deber de cuidar la propuesta espírita. En mi condición de espírita, con más de 54 años ejerciendo la mediumnidad, los resultados han sido cosechados, en su totalidad, del árbol del amor y de la caridad.
No me ocuparé del mérito o el demérito de esos métodos, que son muy agresivos para nuestra mentalidad espírita, la cual no admite rituales, gestos, gritos, ni determinados comportamientos, pues la única fuerza verdadera es aquella que viene desde el interior. Para esa clase de Espíritus, son necesarios el ayuno y la oración.
Transcripto del programa “Presencia Espírita”, de la Radio “Boa Nova” (agosto de 2001).