Léon Denis fue el incuestionable sucesor de la obra de Allan Kardec e incansable divulgador de la Doctrina Espírita. Nació cerca de la ciudad de Toul, en Francia, el 1º de enero de 1846. Sus padres eran personas humildes pero muy espiritualizadas, sobre todo su madre, Doña Ana Lucia Denis, mujer de increíbles cualidades que le transmitió el amor a Dios y el respeto al prójimo.
Desde muy temprana edad tuvo que trabajar duro para colaborar con el mantenimiento del modesto hogar. También sintió desde tierna edad la compañía de los amigos invisibles que lo auxiliaban en las dificultades y que nunca lo abandonarían. Fue un autodidacta, capacitándose intelectualmente como pocos hombres. Aprovechaba cada minuto libre para leer e informarse, estudiando y buscando el conocimiento con verdadero apetito de sabiduría. Dividía el tiempo entre el trabajo pesado y la lectura.
Era un joven tranquilo, tímido y muy reservado. Desde muy temprano tuvo problemas con la vista que más tarde le traerían dolorosos momentos. Adoraba la música y las artes y era un ser muy sensible, conectado desde siempre con la fuerza del Mundo Mayor.
Un día, a los dieciocho años, encontró en una librería, el libro de Kardec, “El Libro de los Espíritus” y a partir de allí definió su vida, asumiendo los compromisos espirituales que había adquirido antes de reencarnar para divulgar el Espiritismo, la Buena Nueva que nos enviaba el Maestro Jesús. Se lanzó a la obra y nunca descansó.
En 1880 se encuentra con Allan Kardec cuando éste visitaba su pueblo natal, pronunciando conferencias y abriendo círculos de lectura para promover el estudio sistemático de la Doctrina. Este encuentro fue vital en su vida y en su obra.
En 1882 empieza a escribir maravillosos textos donde explica con simplicidad los objetivos del Espiritismo, al mismo tiempo que se convierte en el paladín de la Doctrina, pronunciando conferencias y charlas por todos los pueblos de Francia.
En esa época enfrenta crueles persecuciones por parte de la Iglesia Católica y de los grupos materialistas y positivistas, filosofías de moda en ese tiempo. Los primeros lo combatían llamándolo hijo del diablo y amenazándolo con el eterno infierno y los segundos, se burlaban de las nuevas ideas sobre la supervivencia del alma y la vida en el Mundo Espiritual. Léon Denis respondía siempre con seguridad y calma, jamás devolviendo las ofensas recibidas, como nos ensañara Jesús.
Léon Denis escribió muchos libros maravillosos, todos de carácter espiritualista, entre los que nombraremos:
• “El Porque de la Vida” (1884)
• "Después de la muerte” (1890)
• "El Problema del Ser, del Destino y del Dolor” (1905)
• “Cristianismo y Espiritismo” (1898)
• “Mundo Invisible” (1903)
• “El Gran Enigma : Dios y el Universo” (1911)
• “El Genio Céltico y el Mundo Invisible” (1927)
Fue además de escritor, periodista, conferencista y director de grupos de estudio, Presidente de la “Unión Espírita Francesa”, corresponsal de la revista más famosa de su época, “Revue Spirite” (Revista Espírita), donde escribió innumerables artículos sobre el Espiritismo; participó activamente en todos los congresos espíritas de Europa que comenzaban a organizarse en ese momento.
A partir de 1910 su vista empeoró considerablemente, llegando casi a la ceguera. No se desanimó y al igual que los grandes espíritus, soportó la dificultad con estoicismo y fe plena en el Mundo Espiritual que actúa por caminos ignorados por nosotros, con el único fin de hacernos crecer y tallar nuestras almas para convertirlas en faroles de la Luz Crística.
Continuó escribiendo con ayuda de amigos y aprendió el sistema Braille de escritura (método para ciegos). Así pudo seguir corrigiendo sus obras, escribiendo y llevando las palabras de esperanza de la Buena Nueva a todos los rincones del planeta.
Se preocupó mucho por la Naturaleza y su energía divina. Decía que el hombre debería volver a sus raíces, cuando se comunicaba con ella, intercambiando las fuerzas vitales, entendiendo que todos formamos parte de una gigantesca red energética, proveniente del Padre y que todos llevamos parte de este espíritu divino, hermanados en el sabio conocimiento del amor universal.
En 1927, a los 81 años de edad, termina su manuscrito “El Genio Céltico y el Mundo Invisible”. Estaba prácticamente ciego. Este hermoso tema fue publicado por la revista “Revue Spirite” de París. Enseguida, a fines de marzo de ese año, 1927, desencarna. Había partido un gran hombre, camino a la Patria Mayor.
Este gran hombre, defensor y paladín del Espiritismo, sostuvo las bases de la Doctrina como pocos, llevó el pensamiento a la comprensión de los motivos para la reencarnación, explicó la justicia de Dios, la pluralidad de existencias y mundos habitados, hizo tomar conciencia sobre la conexión entre la humanidad, las estrellas y la naturaleza y llevó la bandera del amor y del perdón como estandarte. Explicó como pocos el significado de la vida y la responsabilidad para con el Mundo Espiritual.
En sus palabras:... “La fe espírita desemboca, sin duda, en el amor, pero postula, en primer lugar, el conocimiento del alma, del destino y de Dios. No es solamente fe, es una enseñanza, es un criterio que desafía la contradicción.”
...”No busques a Dios en los templos de piedra o de mármol, Oh! Hombre que quieres conocerle! Búscalo en el templo eterno de la Naturaleza; en el espectáculo de los mundos, recorriendo el infinito; en los esplendores de la vida que estalla en su superficie; en la contemplación de los horizontes variados: llanos, valles, montañas y mares que te ofrece tu morada terrestre. (…) si sabes recogerte, oirás en las voces de la Naturaleza las sutiles enseñanzas que ésta murmura al oído de quienes frecuentan sus retiros y estudian sus misterios (…) Dios está en cada uno de nosotros, en el templo viviente de la conciencia. Allí es el lugar sagrado, el santuario donde se oculta la divina chispa.”
Fuente consultada: SCHULTE, Etel. “Espiritismo Sendero de Luz”