Queridas hermanas y queridos hermanos en Cristo:
Permanezca en vuestra mente y en vuestro corazón la paz que fluye de la conciencia tranquila, como efecto de la conducta recta y de los pensamientos dignos.
La sociedad actual vive momentos graves en la historia de su proceso evolutivo. Las incomparables conquistas de la ciencia y de la tecnología, del derecho y de la ética, la ubican en un nivel de progreso jamás imaginado, y le ofrecen confort y placeres que nunca antes se habían experimentado, al mismo tiempo que despliegan ante su mirada horizontes de inconcebibles posibilidades, de gloriosas conquistas en relación al futuro.
No obstante, bajo esos cielos rosados y transparentes se ciernen las amenazas del horror y la desesperación, que lentamente alcanzan a sus miembros desprevenidos para arrojarlos a unos contra otros, haciendo que se sumerjan en el profundo pozo de las aflicciones superlativas.
Las bendiciones de la comunicación virtual, por ejemplo, quedan opacadas por la facilidad con que se difunden el crimen, el terror, la locura, que involucran a niños, jóvenes, adultos y ancianos en sus redes perversas, opresoras, y los mantienen atados a la marginalidad…
En competencia con la facilidad para ampliar las informaciones acerca de lo bello, lo bueno y lo saludable, los enfermos morales emplean ese recurso a favor de la anarquía, la vulgaridad agresiva, la destrucción.
Armas y equipamientos que promueven la desgracia se encuentran al alcance de cualquier persona que consulte los sites crueles, mientras son violados los códigos secretos de los sujetos y las instituciones, que pierden su identidad y comienzan a ser explotados hábilmente por los voraces hackers.
Las facilidades con que se obtienen los e-books que promueven la cultura, también propician la perversión de las costumbres, el aumento de la pornografía y el erotismo, aportando un vigoroso estímulo a los instintos primarios de sus lectores, en detrimento de la razón y de la conciencia rehabilitada.
Los ciudadanos, aturdidos por el progreso rápido que no logran asimilar ni detener siquiera por un instante, son devorados por la ansiedad que los arroja a la drogadicción, al sexo vulgarizado, al alcoholismo devastador, mediante mecanismos de autodestrucción, porque no soportan las presiones que los agobian desde todas partes.
La violencia de diversa naturaleza, especialmente el hurto y el robo, la agresión y el homicidio con elevadas dosis de crueldad, atemorizan y transforman las calles y avenidas elegantes del mundo en antros de perdición y vandalismo.
Los deportes, a semejanza del pasado en Roma, divierten a las masas, enriquecen a los nuevos gladiadores y a sus patrones, y generan fanáticos temibles y destructores. Cansados de la adulación que los rodea y de los excesos que los dominan, esos jóvenes deportistas, desequilibrados psicológicamente, explotados por mafiosos de toda clase, caen en las trampas de los profesionales del sexo vil, de administradores corruptos de sus bienes, y una vez usados, cuando ha disminuido su performance, son martirizados y arrojados a la oscuridad, en caso de que ellos mismos no se hayan desgastado física, moral, emocional y psíquicamente…
La historia de las civilizaciones del pasado -sus grandezas y miserias, sus poderes momentáneos y su decadencia posterior- no ha servido de lección para los nuevos césares y gobernantes arbitrarios, que continúan amenazando con el aniquilamiento del mundo mediante sus armas de elevadísimo poder destructivo.
Se promueve la democracia con la fuerza de los ejércitos, disfrazando o intentando disimular los intereses ocultos que justifican esas guerras.
En el pasado, junto a los enemigos de los poderosos, que siempre surgen y los amenazan, fueron las estructuras morales de los nobles, los burgueses y los gobernantes las que perdieron el sentido psicológico y condujeron a sus miembros a revolcarse en el lodo de la sensualidad, del canibalismo, de la voluptuosidad del goce exacerbado, ahogando en sangre a todos los que se oponían a ellos…
La decadencia de un pueblo comienza con la degradación de su gobierno, de sus autoridades.
Para despertar la conciencia individual y colectiva, que se hallaba obnubilada, Jesús vino a la Tierra en días tormentosos, y trajo el más extraordinario mensaje de amor y de dignificación humana que nunca antes ni después fuera presentado. A pesar de eso, dado que hería los intereses sombríos de los poderosos, Él fue crucificado…
Intentaron callar su voz, matándolo, como hacen siempre los perversos cuando se olvidan de que las ideas solamente son combatidas con otras ideas, superiores. Pero dado que las normas que Él enseñó tenían como objetivo la felicidad humana, captaron multitudes, trascendieron su época y no desaparecieron, aunque más tarde fueran mutiladas y adaptadas a los intereses mezquinos de los emperadores y jefes religiosos.
Aquellas lecciones, grabadas en la cátedra de la naturaleza y aplicadas mediante su propio ejemplo, consiguieron superar todos los mecanismos opresores y de adulteración, y permanecieron como estrellas que señalan el rumbo en medio de la noche de los tiempos, hasta que fueron resucitadas por el Espíritu de Verdad, tal como Él lo había prometido.
Cuando llegó el momento anunciado, las Voces del Cielo descendieron a la Tierra para invitar a los seres humanos al orden, al deber, al amor, que había sido olvidado y sometido por la lepra del egoísmo.
Con todo, los oídos y los ojos del mundo aún son incapaces de escuchar y de ver la realidad, a fin de comprender la situación en que navega la barca terrestre, que soporta las tempestades de este momento con riesgo de zozobrar…
La soberbia y el autoritarismo de los viajeros transitorios impiden que estos reflexionen acerca de los compromisos que asumieron para con la vida y el prójimo, y hacen que prefieran la anestesia de la razón mediante los tóxicos del goce exacerbado, pues tienen miedo de enfrentarse con la conciencia y el si profundo.
A pesar de la situación aflictiva, amenazadora, soplan vientos de esperanza y de alegría, impulsados por los mensajeros de la inmortalidad, que se encuentran atentos y preparan a los Espíritus lúcidos para que asuman sus responsabilidades y trabajen a favor de los días mejores del porvenir, que es posible alcanzar.
Compete a los nuevos cristianos proceder de modo compatible con las enseñanzas del Maestro de Nazaret, revividas y actualizadas por los embajadores espirituales, para que el dolor y la desesperación finalmente huyan de la Tierra, avergonzados, y cedan su lugar a la alegría y a la felicidad que están reservadas a todos los servidores del bien.
Es impostergable el compromiso de reconstruir la cultura con criterios morales saludables, y aplicar los recursos valiosos -que ya se han conquistado- en beneficio de la sociedad y no de los grupos económicos que explotan y consumen al pueblo.
Estar vinculado al programa de dignificación humana significa tener el valor de enfrentar, llegado el caso, el oprobio y la humillación en defensa de los débiles y los desvalidos, para sacarlos de la miseria en que se encuentran y ubicarlos en niveles de educación con oportunidades de crecimiento, mediante una lucha pacífica a favor de la instalación de la justicia social en todos los campos de la sociedad.
La evolución moral se afianza lentamente a través de la repetición para superar los vicios flagrantes que predominan en la raíz del ser. A ella le corresponderá la responsabilidad por el abandono de los valores que son aceptados en la actualidad, entre los que se destacan la astucia y el atrevimiento, la falta de respeto y la vileza, de modo que sean sustituidos por la ética del bien, de la fraternidad y el mérito de cada uno.
Ya no se podrá evadir el deber ni negociar con la mentira y el ultraje, tan sólo para convivir con los triunfadores de la ilusión.
Hoy, más que nunca, el Señor necesita mujeres y hombres dispuestos a ofrecerle la vida, si fuera necesario, en holocausto de amor y de silencioso sacrificio.
Ya no existen los circos y las plazas destinados a la ejecución de los herejes y los infieles, así como tampoco las hogueras o las cárceles sombrías para los devotos de Jesús. No existen en cuanto a la forma, pero sí por el contenido, por la manera como son vistos y considerados sus servidores auténticos, que sorben los frutos amargos de la intriga y la insensatez, de la persecución a causa de la envidia y de las tribulaciones morales…
Es indispensable vivir el Evangelio en toda su magnitud.
No se os exige que abandonéis el mundo, a modo de fuga psicológica, en un intento por ocultar los conflictos mediante el servicio a Dios, tal como sucedió en varias de las etapas del cristianismo.
Se debe vivir con normalidad; enfrentar las situaciones difíciles con honradez, para permanecer vinculados a Jesús en todo momento.
Cuando no se procede de esa forma, la doctrina cristiana se convierte en lo que de ella hacen los seres humanos, y no en lo que Jesús enseñó.
En el ardor de los testimonios y de las probaciones, es indispensable conservar la alegría de vivir, demostrando que el tributo de la justicia para los que son aplicados y ricos en amor es la paz de la conciencia que florece por el júbilo.
De ese modo, cultivad las expresiones simples de la existencia, la generosidad para con todos y para con la naturaleza, conservándoos igualmente modestos, sin atavíos, sin las complejidades que perturban la esencia del ser espiritual.
Desenvolved la solidaridad para con todos, especialmente para con los miembros de la grey espírita, donde cultiváis los sentimientos y os capacitáis para la lucha renovadora.
Evitad el resentimiento y la susceptibilidad, la maledicencia y la envidia, porque ellos corrompen el corazón y entorpecen el discernimiento, embriagando al ser con el veneno del egoísmo exacerbado.
Sed afables, generando simpatía sin afectación, y ternura sin sentimentalismo, dondequiera que os encontréis.
Quien conoce a Jesús de la manera como el espiritismo lo ha develado, gradualmente se convierte en su auténtico émulo, como sucedió con el pobrecito de Asís.
… Y en todas las circunstancias en que os encontréis, cantad hosannas al Señor a través de vuestros actos.
El siglo es perverso y carece de sentimientos, razón por la cual es indiferente a todo lo que os sucede.
Ahí están las industrias de la diversión, de la banalidad, de la insensatez, de la explotación de todo tipo, arrastrando a los incautos y empujándolos con ímpetu rumbo al abismo de la frustración.
Sed precavidos y esparcid la luz de la verdad.
Sed fieles al compromiso que habéis asumido aun antes de la cuna, y llevadlo adelante con himnos de loor y de acción, como en los primeros días del martirologio, que quedaron en el pasado.
Nunca temáis a los que solamente atacan al cuerpo, pues no pueden hacerle nada al Espíritu.
Jesús seguirá con vosotros, y lo sentiréis en todo momento.
Que Él os bendiga y os guarde en su paz.
La servidora de siempre.
Mensaje psicografiado por el médium Divaldo P. Franco en la ciudad de París (Francia), el día 12 de julio de 2010, y publicado en el libro Entrega-te a Deus, Intervidas: Catanduva SP, 2010.