Amalia Domingo Soler nació el 10 de noviembre de 1835, en la ciudad de Sevilla, España, la tierra andaluza de los naranjos en flor y del sol ardiente, a orillas del Guadalquivir, tierra de gentilhombres de corazón valiente y espada rápida, tierra de poetas y soñadores; pobreza y realeza; conservadores fanáticos y rebeldes sociales.
Desencarnó el 29 de abril de 1909, después de 73 años en la Tierra, trabajando sin cesar a favor de los más necesitados, hecho que le valió el apodo de “cronista de los pobres”, con el que es conocida mundialmente.
Su vida fue muy dura, llena de inconvenientes y limitaciones, pruebas y desafíos que, con mucho valor supo sobrellevar.
A los ocho días de nacida quedó ciega para desesperación de su familia. Un modesto farmacéutico local consiguió recuperarle la vista, aunque solo parcialmente. Este problema la perseguiría durante toda su vida. Hubo épocas en que solo veía sombras o bultos. Era increíble, pero cuando psicografiaba o escribía, su vista se recuperaba como por milagro. Sin embargo, cuando cosía para ganarse la vida, tenía que luchar contra la ceguera y la oscuridad.
Fue escritora y periodista, gran defensora del Espiritismo, en épocas muy difíciles debido a la intolerancia humana.
A la edad de 25 años su madre desencarna dejándola sola, pobre y casi ciega. Las pocas personas que la ayudaron le recomendaban que se casara o se hiciera monja, únicas opciones para una mujer del siglo XIX. Ella se niega a las dos, no quiere casarse sin amor ni entregar su vida a las “fortalezas oscuras donde mueren las mujeres sin amor”.
En su libro Memorias cuenta muchos de sus serios problemas con el único fin de ayudar a otros, siguiendo los consejos de su guía espiritual, el Padre Germán, que tantas bellas páginas le dictara. Saber que alguien puede superar pruebas tan duras nos da la fuerza para intentarlo también.
A los 18 años publicó su primera poesía y nunca más dejó de escribir. Trabajó incansablemente a favor de los pobres y necesitados, visitando cárceles, hospitales y calles oscuras. Siempre tenía una sonrisa y un pedazo de pan para compartir.
Buscó a Dios desesperadamente durante años. Educada en los cánones de la Iglesia Católica asistió a misas y reuniones, pero la idea de un Dios injusto que distribuía riquezas y pobreza; salud y enfermedad; cielo e infierno, como en un juego, no la convencía radicalmente. Empezó a frecuentar un templo evangélico, donde encontró amistades, amor y contención pero tampoco parecía poder localizar a Dios allí.
Un día, de los muchos en que tenía que acudir al oftalmólogo, por el serio problema de sus ojos, tuvo una luz que le abrió el camino espiritual. Este médico, el Dr. Hysern, que se decía ateo, le habla por primera vez de unos “locos” que se reunían a hablar con los espíritus, que creían en la reencarnación y que publicaban un pequeño diario. Ella se interesa mucho y es este médico quien le lee los primeros artículos de Allan Kardec. Compenetrada de los principios de la doctrina espírita comienza a colaborar en este diario, “El Criterio”. Luego escribiría también en otros diarios de la época.
Se relacionó con los intelectuales y los involucrados con el Espiritismo y comenzó a participar activamente de los grupos espíritas y en los diarios, pasando el mensaje del Cristo viviente, el Consolador prometido. Fundó y dirigió el semanario “La luz del Porvenir”. Fue médium parlante y escribiente.
En 1877 el “Diario de Barcelona” publicó un duro artículo contra el Espiritismo y es Amalia, la joven casi ciega, quien responde al docto de la Iglesia Católica y autor del escrito cruel, el obispo Monterola. La respuesta de Amalia salió en “La Gaceta de Cataluña” y fue solo el comienzo de la larga serie de réplicas, respondidas con sabiduría y firmeza, en defensa del Espiritismo, que pasaron las 800 páginas refutando los conceptos crueles del obispo, que llamaba a los espíritas “hijos de Satán”.
Como escritora perteneció a la famosa “generación del 98”, aunque por ser mujer y espírita, no se le dio el lugar merecido dentro de las letras españolas.
Recordemos que Amalia vivió en épocas muy violentas, de cambios, revoluciones y problemas sociales y políticos en España. El pueblo, cansado de ser oprimido comenzaba a rebelarse contra el despotismo de la realeza y de la Iglesia.
Cuando ella tenía solo 26 años, el 9 de octubre en 1861, ocurrió un hecho increíble que muestra la intolerancia de la época: fueron quemados los libros de Kardec, en la plaza pública, como en los mejores tiempos de la Inquisición. El Santo Oficio confiscó los libros, un sacerdote encapuchado con una cruz en una mano y una antorcha en la otra, encendió la pila de libros, delante de un notario y todo el pueblo, que asistió atónito a este acto de vandalismo permitido, a este atropello a la libertad individual.
Amalia mantuvo correspondencia con muchos líderes espíritas, filósofos, educadores e intelectuales de Europa y América, especialmente con Argentina, Uruguay y Cuba. Viajó por toda España y algunos países europeos, llevando el mensaje de amor renovado.
Escribió varios libros importantes de ensayos, poesías, tratados y novelas, entre ellos nombraremos a los siguientes:
- El Espiritismo (tratado filosófico),
- Memorias del Padre Germán,
- Te Perdono (8 tomos),
- Ramo de Violetas (4 tomos),
- Memorias (Autobiografía),
- Consejos de Ultratumba (cuentos cortos sobre encuentros con seres del mundo espiritual),
- Hechos que Prueban (tratado filosófico).
Fue un espíritu libre, valiente, luchador, soñador, apasionado, comprometido y lleno de luz. Su aroma aún persiste en sus escritos y ejemplos de vida.
Su pluma fue audaz, valiente y segura en la defensa del Espiritismo. Su alma fue y continua siendo una rosa perfumada y hermosa dispuesta a cobijar a todo aquel que necesite amor, pan, conocimiento o una mano amiga.
Desde el Mundo Espiritual continúa trabajando sin cesar, para llevar la bandera de “Dios, Jesús y Caridad” a todos los rincones del mundo.
Fuente consultada:
SCHULTE, Etel. “Espiritismo Sendero de Luz”