por Humberto Mariotti
La codificación kardeciana es la base fundamental del espiritualismo espírita, el cual se extendió ya por todo el mundo civilizado. Su avance resulta incontenible no obstante los prejuicios y resistencias que se le oponen: su ideología pasa victoriosamente por encima de todo obstáculo, al no ser otra cosa que una ley inviolable de la naturaleza.
Este nuevo aliento espiritual, dedicado a conmover inteligentemente el cauce de la historia, está siendo divulgado popularmente a través de los centros espíritas: cátedras permanentes de kardecismo. En ellos es donde se exponen los ideales espíritas que, como hemos dicho, fundamentarán el nuevo idealismo filosófico y religioso de la Tierra. Los centros espíritas son las bases activas de ese nuevo idealismo por cuya causa, a medida que se perfeccionen en sus estructuras, aumentarán más y más su influencia espiritual en los medios populares. Se puede decir entonces que los centros espíritas bien constituidos son como rayos de luz en medio de los pueblos, pues por su intermedio es como penetrará el ideal espírita en la conciencia de las colectividades humanas.
La nueva experiencia religiosa que vivirán las naciones se producirá a través de los centros espíritas que respondan a la codificación kardeciana. El kardecismo, como se sabe, no es la obra de un hombre: es la ciencia espiritual y el instrumento filosófico y didáctico que se presenta en el concierto de las ideas para conocer el valor intrínseco y extrínseco del Ser y del Universo. Es el nuevo método ideológico y espiritual que va al encuentro de corrientes como la tomista, la marxista, la existencialista y la materialista, pues todas ellas alegan poseer verdades definitivas para explicar el complicado drama del hombre y de la historia. Además, téngase presente que kardecismo no es una palabra para fundar una escuela personalista: es un vocablo para expresar la esencia y la idea de una doctrina que tuvo a un hombre singular para sistematizarla y lanzarla al mundo de la cultura. Pero este hombre fue sólo el instrumento representativo de esa doctrina, el cual halló en sí mismo el genio suficiente para ingresar en el gran combate de las ideas. Allan Kardec fue nada más que un militante, y si queremos hacerle el reconocimiento espiritual que se merece, podemos decir que fue el primer militante espírita de la Tierra.
El ideal kardecista deberá expandirse por medio de las bibliotecas, las cuales no deberán faltar en ningún centro espírita. La cultura kardecista será el elemento indispensable para llegar al fondo de las conciencias. De este modo, el movimiento espiritista tendrá hombres y mujeres capacitados en el conocimiento y la exposición de la doctrina, y podrá penetrar en los ambientes populares de las ciudades, en los medios universitarios y en las más lejanas zonas rurales.
El avance que asume el conflicto y la crisis de las ideas exige que el espiritismo cuente con centros espíritas en el campo. Será preciso inaugurar una militancia espírita de tipo rural que lleve los ideales del kardecismo a los habitantes de la campaña, pues así como se levantan iglesias y capillas para divulgar dogmáticamente el Evangelio, ahora será necesario abrir centros espíritas en el campo, a modo de escuelas y bibliotecas públicas. El espiritismo no es un ideal solamente para ciudades y salas de conferencias. Sus valores idealistas deberán penetrar en casas y heredades de los campos argentinos y de todos los de nuestra América, pues las instrucciones de los Espíritus deberán escucharse también -ha llegado la hora- entre rumores del viento, las soledades de los montes, en la llanura y en la montaña. Ahora bien, para el cumplimiento de esta aspiración será preciso perfeccionar en lo posible las estructuras de los centros ya existentes y abrir otros donde no los haya, especialmente en el campo, donde el espiritismo podrá enseñarle tanta sabiduría y doctrina al campesino, no sólo acerca de sí mismo sino con respecto a las leyes de la naturaleza.
Habría así un saber espírita agrícola y rural que ayudaría al cultivo de la tierra y a un trato de la semilla más en relación con su parte interna e invisible. Se llegaría a comprender mejor ese capítulo de El libro de los Espíritus que trata sobre la “acción de los Espíritus sobre la naturaleza”; se vería de qué manera el mundo invisible trabaja sobre el reino vegetal y cómo las leyes del pensamiento secundan la alegría de ver la hermosura de trigos maduros y la manera como intervienen los Espíritus en el dramático desarrollo de las tempestades y de otros fenómenos naturales.
La lucha humana por obtener una nueva ideología filosófica y religiosa está exigiendo del movimiento espírita mundial un amplio conocimiento de la filosofía del espiritismo. De ahí que los centros espíritas deberán convertirse, todos, en cátedras de kardecismo, es decir que deberán estudiar a Kardec exhaustivamente, viendo cómo sus principios y postulados resultan propicios para despertar una nueva conciencia idealista en los pueblos. Nosotros creemos que ha llegado el instante de inaugurar en todo el movimiento espírita mundial lo que hemos llamado KARDECIOLOGÍA. Es necesario que el kardecismo asuma una posición orientadora frente a los sistemas materialistas y religiosos que aún aspiran a tan importante papel. Será indispensable, para que el contenido de la codificación espírita se conozca especialmente, que haya numerosos KARDECIÓLOGOS, todos ellos formados inteligentemente por medio de la riqueza bibliográfica con que cuentan los centros espíritas.
Cuando haya gran cantidad de kardeciólogos y la kardeciología resulte la nueva ciencia espiritual para interpretar al hombre y sus problemas, ese día el espiritismo penetrará en las masas y cumplirá con su destino histórico, al iniciar un nuevo modo de vida espiritual y social entre las naciones. Pero este amplio papel del espiritismo sólo se cumplirá si los centros espíritas valoran al kardecismo en sus múltiples aspectos. No se olvide que si el tomismo y el luteranismo, al iniciar un nuevo tipo de humanismo, penetraron en todos los campos de la cultura, con mayor razón podrá hacerlo el kardecismo, que posee elementos tan superiores y precisos. Creemos por eso que la expansión del espiritismo se logrará por medio de una sólida cultura kardecista, pues la doctrina espírita tiene a su cargo dos grandes tareas: Primero, espiritualizar el alma humana a la luz del kardecismo, y segundo, evangelizar las conciencias por medio del Evangelio según lo interpreta el espiritismo.
Estas dos grandes tareas del movimiento espírita mundial no se cumplirán a través de “investigaciones psíquicas y parapsicológicas” solamente: se darán por medio del kardecismo enseñado e interpretado en los centros espíritas. Los conflictos de ideas y de conciencias marcan un momento de crisis en la evolución humana. El kardecismo, como ya dijimos, está en condiciones de interpretar y esclarecer tales conflictos, al demostrar que el hombre es un Espíritu encarnado que está experimentando los flujos y reflujos de su propia evolución palingenésica. De modo que si los centros espíritas olvidaran la misión histórica que tienen, se retrasaría grandemente el adelanto de la cultura; en consecuencia, su papel consiste en tener verdaderas cátedras de estudio y de divulgación, convirtiéndose así en refugio de Espíritus inquietos y progresistas.
Transcripción del § 6 del libro Los ideales espíritas en la sociedad moderna, Confederación Espiritista Argentina, Buenos Aires, 1965.