Hablar de Manuel Porteiro es relatar una historia viva, elocuente y fecunda de una porción cronológica muy importante del movimiento espírita argentino y americano. Es el arquetipo del sembrador y del luchador. Su gran pasión por el estudio lo llevó a ser el mayor filósofo espírita de toda América Latina, consultado continuamente por los eruditos. Fue modelo de sencillez, solidaridad, humildad, generosidad y fuerza interior.
Nació en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, Argentina, el 25 de marzo de 1881. Hijo de don Francisco Porteiro y de doña Antonia Añón, tuvo cinco hermanos. Su hogar era muy humilde pero lleno de enseñanzas morales que le permitieron desarrollar su gran capacidad intelectual para convertirse en el paladín del Espiritismo argentino.
Trabajó desde muy pequeño para colaborar en el hogar. A los 10 años era ya desollador de reses en los mataderos y frigoríficos de la zona. Fue un autodidacta que nos legó un ejemplo sin par. Aprendió a leer solo, recortando las letras y las palabras simples de los periódicos y relacionándolas. No paró de leer, conoció a todos los clásicos griegos y romanos y a los escritores internacionales de la época. Su erudición era extraordinaria, abarcaba todas las áreas del conocimiento humano. Mantenía correspondencia con los hombres más brillantes del mundo.
Cuando no tenía dinero para comprar tinta para escribir ingenió un sistema increíble: con el jugo de las remolachas que plantaba en su huerta y la ayuda de una pluma de gallina, a la que perseguía diariamente, lo hacía. Así publicó varios de sus libros e importantes artículos en la revista “La Idea”.
En sus años jóvenes viajaba mucho al sur de Chile, llevando ganado hacia Punta Arena, donde trabajaba como esquilador de ovejas y desollador de reses. En estos largos viajes, rodeados de nieve y viento, llevaba un baúl lleno de libros, que leía con ansias en sus horas libres. Esto le valía las burlas de sus pobres compañeros ignorantes que le decían que “tenía pretensiones de doctor”. Sin duda traía de otras reencarnaciones el gran bagaje de conocimientos, que “recordó” en esta vida.
Fue además de escritor, filósofo y orador, poeta sensible y músico delicado. En 1904 se casó con doña Ana María Torrens, joven que conociera en un baile y con quien formó un feliz hogar, coronado por cinco hermosos hijos. Su vida estuvo llena de inconvenientes y dificultades que supo vencer con gran espíritu cristiano.
Su mujer era espírita y frecuentaba reuniones mediúmnicas. Acompañándola a esas reuniones, Porteiro conoció el Espiritismo y a partir de allí se dedicó a estudiar las obras de Kardec en profundidad, convirtiéndose en un profundo conocedor de la Doctrina. Junto a dos de sus más conocidos discípulos, Humberto Mariotti y Bossero, se dedicó a visitar los diferentes Centros Espíritas de Buenos Aires y del interior. Insistía mucho en la necesidad del conocimiento y la fraternidad entre las diferentes Sociedades Espíritas. Si no nos conocemos no podemos amarnos.
Su compromiso con los más pobres y los humildes fue continuo, despertando conciencias hacia una realidad más humana. Porteiro venía de las filas comunistas y socialistas por eso su sensibilidad era tan grande ante la pobreza y la carencia.
A partir de 1916 escribió durante 10 años en el semanario “La Unión “, de Buenos Aires. En Chile conoció a Gabriela Mistral (premio Nóbel), con quien mantuvo una rica correspondencia. También escribió en la revista “Constancia” de esta capital.
En 1927 se integra como escritor de la CEA. Ese año es muy importante para el movimiento espírita porque se inaugura la primera radio espírita de toda América, en la Sociedad “Constancia” (el 1° Centro Espírita de Argentina, fundado por Cosme Mariño). Esta radio funcionaba permanentemente y era muy escuchada por la población. Lamentablemente en 1930 un ciclón abatió sus antenas y no se pudo levantar nuevamente, dejando un gran vacío.
Los problemas derivados del exceso de trabajo físico, infantil y juvenil no se dejan esperar. En 1922 le amputan una pierna en el “Hospital Fiorito” de Avellaneda, lugar donde tristemente concurrirá muchas veces más. Mariotti y Bossero, sus discípulos queridos, le obsequiaron una pierna ortopédica para que pudiera moverse mejor, la cual donó más adelante, en el mismo Hospital.
A partir de ese episodio no pudo trabajar como antes y su familia tuvo que enfrentar tiempos muy duros donde escaseaba hasta lo imprescindible. Nunca se quejó ni tampoco su familia, fueron un ejemplo.
En 1934 se hizo cargo del diario cordobés “Córdoba” con gran éxito para la divulgación de la Doctrina.
De 1934 a 1935 fue Presidente de la Confederación Espiritista Argentina (CEA), impulsando cambios importantes y progresistas. Dirigió la revista “La Idea”, órgano oficial del Espiritismo en la Argentina. Ofreció conferencias y charlas sin descanso, en diferentes Centros de Buenos Aires y de todo el interior.
En 1935 cayó gravemente enfermo, sufría de cáncer de hígado y debió ser operado. Los últimos días los pasó en casa de su hijo Ceferino, visitado y acompañado por todos los compañeros del ideal, que veían en él al líder, ejemplo de sencillez, humildad, sabiduría y generosidad sin límites.
El 8 de febrero de 1936, ya en estado muy grave, no pudo hablar más, pidió lápiz y papel, llamó a Bossero y se encerró con él durante algunas horas. Le entregó una hoja escrita que nunca nadie supo qué contenía. Un misterio que continúa hasta nuestros días. Luego, dulcemente entrega su alma al Creador. Acababa de partir al Mundo Mayor un hombre íntegro, modelo de espírita, de humildad y solidaridad.
Fuente consultada: AIZPURUA, Jon. “El pensamiento vivo de Porteiro, homenaje al fundador de la Sociología Espírita”. Ediciones Cima, Caracas, Venezuela. 1998